Monday, August 28, 2017

Las FFAA se enaltecerían si se transparentan sus archivos



En esta conversación con Animal Político, Carlos Soria Galvarro confiesa que antes de tomar el micrófono de la radio 21 de Diciembre de Catavi (Potosí) —la que le abrió el camino del periodismo— quiso ser minero. “Lo intenté, pero no me dejaron”, asegura ya instalado en su refugio, la biblioteca de su casa, ubicada en el poblado rural de Valencia, a 25 kilómetros al sur de La Paz.

La voz serena del historiador se combina con la paciencia del maestro universitario, siempre dispuesto a mostrar sus conocimientos y escuchar las ansiosas preguntas de un colega periodista, quien intenta reconstruir historias de hace 50 años.

— ¿Se conocen todos los documentos de la guerrilla del Che?

— Desde 2013 se hizo una gestión ante la Unesco, a través del programa Memoria del Mundo, que acoge documentos declarados como patrimonio de la humanidad. Todos los escritos del Che, por supuesto gran parte están en manos de su familia, pero el Diario y otros documentos están en poder de Bolivia.

— ¿Cómo están esos documentos que son patrimoniales?

— Tengo un pliego petitorio en el que propongo acciones para la recuperación y el tratamiento del material documental de la guerrilla de 1967 (...). Hay un decreto de René Barrientos asignando en propiedad el Diario del Che a las Fuerzas Armadas, pero la institución no supo cuidarlo; se hicieron robar. Y de acuerdo con la legislación, estos documentos tienen que estar centralizados en el archivo de Sucre. Ahora están en el Banco Central de Bolivia como secreto de Estado y a estas alturas no existen razones para que sea un secreto de Estado.

— ¿No es un botín de guerra?

— Podrían reclamarlo así, pero moralmente no creo que los militares tengan esa opción; ellos eran los custodios y lo perdieron.

— Ahora, esto cobra relevancia, porque han transcurrido 50 años

— Antes que hacer rituales, casi religiosos (con mensajes como) ‘el Che vive’, que convierten al personaje en un elemento místico, se trata de recuperar la parte histórica. Ahora, que corran leyendas y que se conviertan en mito es otro tema. Hay que reflexionar sobre los hechos.

— ¿Por ejemplo, sobre cuáles?

— Creo que sobre la propuesta política del Che en el sentido de no aceptar la realidad tal como es; promover cambios (...). De alguna manera, el “proceso de cambio” instalado en Bolivia desde 2006 está promoviendo cosas que corresponden a la necesidad de un cambio histórico. Pero, por otro lado, está el lado ético del Che. Una persona que es capaz de renunciar a comodidades, cargos, honores y dedicarse a la lucha; a entregar su vida. Hacerlo de manera muy consecuente, correspondiendo sus actos con sus palabras. El Che era además un gran pensador, que hubiera contribuido mucho. Murió a los 39 años, luego de producir mucho material intelectual que aún se discute hoy.

— ¿Y la vía armada? ¿Cómo comprendemos ese escenario?

— La vía armada no era algo que estaba tirado de los cabellos. Fue un contexto histórico muy especial, marcado no solo por la Guerra Fría, sino por la guerra en Vietnam. Había medio millón de soldados norteamericanos en un pequeño país del sudoeste asiático. Estos militares estaban allí con la tecnología más sofisticada de la guerra, pero ese pueblo los venció a pesar de eso. A fines de la década de los años 60, ese conflicto separaba a la gente de todo el mundo. En Estados Unidos se registraron movimientos juveniles contra la guerra; la propia sociedad norteamericana estaba dividida.

Estaba, además, la intervención de Estados Unidos en República Dominicana. En 1965, esa nación vivió un conflicto y los Marines desembarcan allí. Ese mismo año, en Bolivia, se ordenó la rebaja de los sueldos de los mineros; destruir sus organizaciones sindicales y ocupar sus emisoras. Exiliar a decenas de trabajadores; 80 mineros murieron en Siglo XX tras una protesta que fue reprimida. 1965 es el año del viraje (…). En 1966 hubo un aflojamiento en las acciones represivas, pero eso no llegó a borrar el antecedente del 65. Esto llevó a la gente a pensar en la lucha armada.

— El Che no llega a las minas, arriba a una zona aislada.

¿Por qué?

— El tema es que en la estrategia del Che estaba la posibilidad de permanecer varios años en Bolivia; tener zonas controladas por la guerrilla, que de alguna manera fueran de entrenamiento de columnas que se pudieran desplazar a países vecinos. Eso no se logró dar. En un documento que reveló (Jaime) Niño de Guzmán (el piloto que transportó el cuerpo del Che) se señala que la lucha iba a ser larga, pero que el país iba a hacer el último en ser liberado. Porque no era posible la liberación de Bolivia sin la liberación del resto. Pensaba en una estrategia continental, no únicamente en hacer solo la revolución en Bolivia.

— Ahora bien, la relación entre los documentos oficiales y el poder parece clave. ¿No cree usted que esto dificulta el esclarecimiento de estos hechos y otros que ha vivido el país?

— No solo eso. Hay una generación de militares que siguen viviendo pensando en la Guerra Fría. No han evolucionado; no han cambiado. Hace poco se publicó en Cochabamba el libro Jaque mate, cayó el Che, escrito en el puro lenguaje de la Guerra Fría, con puras denigraciones. Ni siquiera Gary Prado (el jefe militar que capturó al Che Guevara), cuando escribe sus textos, usa ese lenguaje. Hay que cambiar los lenguajes para promover una discusión con la gente de esa generación. Ocurre también por parte de los simpatizantes del Che que hablan pestes contra los militares. Ellos participaron del conflicto porque les correspondía, cumplían órdenes. Hay caídos por parte de los militares.

Pediría que se haga un solo acto para recordar a los caídos de ambos lados; 49 de las Fuerzas Armadas, aunque cinco de ellos eran guías civiles y 37 guerrilleros. Así debería cerrarse este capítulo de esta historia.

— ¿Una reconciliación?

— La reconciliación es la culminación de un proceso que hay que comenzar cambiando los lenguajes.

— ¿Y esta lógica debería aplicarse también para desclasificar los archivos de las dictaduras?

— Es parte de una deuda con la democracia. Hay que recordar que Luis Arce Gómez asaltó el Ministerio de Gobierno (1980); se llevó todos los archivos. Es importante recuperar la memoria de todos estos hechos, pero cuando no se tiene memoria corremos el riesgo de que estas cosas vuelvan a ocurrir. Por eso es importante que en el caso de los archivos militares se abran todos, los de hace 50 años y los más recientes, para esclarecer casos como la muerte de Marcelo Quiroga.

— ¿Por qué cree usted que aún hoy no se puedan abrir esos archivos del patrimonio histórico?

— Esa explicación deberían darla los actuales administradores del poder. Me parece un cálculo muy mezquino, muy estrecho. Seguramente para no irritar a algunos sectores de las Fuerzas Armadas. Me parece que es un error, porque las Fuerzas Armadas se enaltecerían, se enorgullecerían si transparentan su gestión, sus archivos. Eso no afectará la seguridad ni nada, porque no estamos hablando de cosas actuales. Un manejo secreto sobre temas de seguridad se aplica en todo el mundo; pero, pasado cierto número de años, esto ya no afecta a la seguridad. Es como el Diario del Che, que aún tiene el sello de ‘secreto de Estado’, eso es absurdo. Está en una situación inadecuada de conservación.

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