Tuesday, May 30, 2017

¡A paso de vencedores! 208 de los Colorados



A paso de vencedores!”, arenga el teniente coronel Limberth Rojas al regimiento bajo su mando. El par de segundos de espera parece durar más tiempo, tal vez por el suspenso de la respuesta. “¡Temblad, rotos, que aquí entran los Colorados de Bolivia! ¡Vencer o morir, carajo!”, responden oficiales, sargentos y soldados reunidos en el batallón de infantería 202, ubicado en Villa Pabón. Esta proclama —que recuerda la perorata hecha en los campos del Alto de la Alianza, en la Guerra del Pacífico, hace 137 años— no lo hace un día cualquiera, sino en conmemoración a los 208 años del origen de esta unidad del Ejército.

Desde las guerrillas independentistas, pasando por la defensa del país ante invasiones extranjeras, su legendaria participación en la Guerra del Pacífico y el sacrificio en la Guerra del Chaco, entre otras intervenciones, han convertido al regimiento 1° de Infantería en un ícono de la nacionalidad boliviana. En las escuelas enseñan la historia del país como la de perdedores, pero los Colorados son el ejemplo de sacrificios... a paso de vencedores.

El origen de los Colorados de Bolivia y, por consiguiente, del Ejército nacional se remonta a 1809, con las revoluciones de La Plata y La Paz, que propiciaron el surgimiento de guerrillas. En aquellos tiempos, los civiles estaban conscientes de que debía terminar la opresión de la Colonia porque les impedía desarrollar sus actividades económicas y restringía sus libertades. Por esa razón se formaron grupos pequeños armados para ser molestia constante de las fuerzas españolas. Eran héroes anónimos que luchaban contra la opresión. Entre ellos estaban el cura Idelfonso de las Muñecas y Juan Crisóstomo Esquivel, quienes dirigían a los patriotas de Larecaja; Vicente Camargo, en Cinti; Ignacio Warnes y José Manuel Mercado, en Santa Cruz; José Arenales, en Vallegrande; Manuel Ascencio Padilla y Juana Azurduy de Padilla, en Laguna; Eustaquio Méndez, Francisco Pérez de Uriondo y José María Avilés lideraban sus huestes entre los ríos Grande y Pilcomayo; en Porco y Colpa, José Manuel Zárate y Miguel Betanzos cortaban las comunicaciones entre Potosí, Oruro, Cochabamba y Chuquisaca; mientras que en Azero, el grupo guerrillero era dirigido por Vicente Umaña; el guaraní Pedro Cumbay dominaba las selvas de Santa Cruz y gran parte del este de Chuquisaca, y en Ayopaya dirigieron a los revolucionarios Manuel Lira, Manuel Chinchilla y José Miguel Lanza.

Remembranzas. “Aquellos Colorados eran soldados fantasmas, por cuyos cuerpos atravesaban los proyectiles sin derribarlos”, describió un periodista peruano sobre la arremetida del regimiento boliviano en el campo del Alto de la Alianza

La génesis de los Colorados como tal se remonta a 1821, cuando Lanza recluta patriotas de las provincias Inquisivi, Yungas, Ayopaya y Tapacarí. Según José Luis Roca, en el libro Ni con Lima ni Buenos Aires: formación de un estado nacional en Charcas, con su liderazgo “la republiqueta de Ayopaya adquirió más cohesión y prestigio. Él supo imprimir orden, disciplina y entusiasmo tanto a la oficialidad como a la tropa y a la indiada. La montonera patriota se convirtió en un verdadero ejército de línea, pequeño pero eficiente y, sobre todo, inflamado por una total convicción de patria”.

Estas virtudes hicieron que el mariscal Antonio José de Sucre la denominara batallón Aguerridos, que fue la piedra fundamental del Ejército boliviano. Con la firma del acta de independencia de la república, este cuerpo militar cambió su nombre a Batallón de Infantería 1º de Línea y fue destinado a la división comandada por el general Francisco Burdett O’Connor, con el objetivo de que se movilizaran hacia Potosí y posteriormente a Tumusla, donde se encontraba el último resquicio de la resistencia realista, que culminó el 2 de abril de 1825 con la muerte de Pedro Olañeta.

El 18 de abril de 1828 es una fecha de vergüenza. El Mariscal Antonio José de Sucre cumplía su segundo año como presidente de la república cuando estalló una revuelta azuzada por Casimiro Olañeta e intereses extranjeros. Enterado de lo sucedido, el presidente montó su caballo para sofocar en persona la rebelión en el cuartel de San Francisco, pero fue recibido a balazos, producto de lo cual un proyectil le destrozó el brazo derecho y otro le rozó la cabeza. En el afán de rescatar al libertador murió José Miguel Lanza, considerado el primer comandante de los Colorados.

Después de estos acontecimientos, la unidad fue declarada fundadora del Ejército nacional, con la denominación de Batallón 1º de la Guardia, bajo el mando de los entonces tenientes coroneles José Ballivián y Eusebio Guilarte, quienes dieron una instrucción sólida para que sobresaliera ante las otras unidades del país.

Del libro ‘Historia trágica de un camino inexistente’, de Juan Lechín Suárez, un par de suboficiales en 1880 (foto derecha). Preparación militar en las faldas del nevado Huayna Potosí.

De acuerdo con la reseña histórica de este regimiento, “este legendario batallón —como parte de las tropas bolivianas en la Guerra de la Confederación Perú-Boliviana— hizo rendir al Ejército chileno en 1837, bajo el mando del mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana”.

En 1857 es nombrado Batallón Colorados 1º de Línea, como unidad élite del Ejército. El mentor de este cuerpo fue el coronel Plácido Yáñez, quien manejaba el lema de que “el amor a las armas entra con sangre” para justificar incluso la muerte de quienes pedían su baja o perecían durante su adiestramiento. Esta disciplina formó una infantería que tenía la fuerza para imponer o mantener en la presidencia de la república a caudillos militares, desde Manuel Isidoro Belzu hasta Hilarión Daza.

Durante la Guerra del Pacífico, el Ejército boliviano estaba compuesto por dos escuadrones de caballería, una batería de artillería y tres batallones de infantería. Fue en este conflicto armado que los Colorados de Bolivia alcanzaron su máximo esplendor, en la Batalla del Alto de la Alianza, en la que 4.705 peruanos y 4.225 bolivianos se enfrentaron con 14.147 chilenos.

En la meseta de Intiorko, al norte de la ciudad de Tacna, los Colorados se encontraban en el ala derecha del dispositivo aliado. Entre las 09.00 y las 15.00 de aquel 26 de mayo de 1880, el combate era fiero, por lo que los chaquetas rojas recibieron la orden de moverse al ala izquierda y arremeter contra la fuerza enemiga. Comandados por el coronel Idelfonso Murguía, quien arengó “Rotos del espantajo, amárrense los calzones que aquí entran los Colorados de Bolivia”, los 542 uniformados avanzaron al trote empuñando su fusil, con una mochila en la espalda y el kepí hacia atrás. Con un empuje nunca antes visto, los bolivianos rechazaron cuatro veces a toda una división chilena (formada por los batallones Valparaíso, Chillán, Esmeralda y Navales).

Con el uniforme de campaña, los Colorados levantan polvo durante una demostración del Ejército en el altiplano paceño.

“Aquellos Colorados eran soldados fantasmas, por cuyos cuerpos atravesaban los proyectiles sin derribarlos; caían heridos, pero para ponerse de pie… cruzaban como relámpagos ante los ojos de los soldados chilenos, cegándolos (…). Cuando al caer la tarde el corneta del batallón tocó reunión, no apareció ninguno de ellos; al caer la noche, al llamado del clarín, ningún chaqueta roja respondió. Los que no habían muerto estaban heridos, y no llegaban a 20”, describió en aquel tiempo el periodista peruano Víctor Mantilla.

“Mi batallón marchaba a vanguardia de toda la primera división, seguido de Navales, Esmeralda y Chillán. Una vez llegados a la última loma diviso a los famosos Colorados. Sufrimos varias bajas, en la batalla fuimos derrotados por haber venido una gran reserva de los Colorados. Ya nuestras fuerzas estaban diezmadas y casi agotadas las municiones”, relata un soldado chileno, de acuerdo con una publicación antigua del periódico Mercurio de Valparaíso.

Después de esta acción valorable en la historia, como Batallón Murillo 1º de Línea participó en la Guerra del Acre y después, en la década de los 30, asistió a la Guerra del Chaco, donde estuvo presente en el combate de Kilómetro Siete, en el ataque frontal al fortín Fernández, en el ataque a Nanawa y el cerco a la Cuarta División Gondra. En mayo de 1934 se destacó en Cañada Strongest, donde obligó a capitular a un batallón del regimiento Lomas Valentinas, de Paraguay, y siguió con la defensa del sector Ballivián.

Formación del regimiento en la plaza Murillo, en un costado del Palacio Legislativo.

“Cuando me coloqué el uniforme tradicional estaba muy orgullosa y feliz”, comenta la subteniente Deyzi Sillerico, una de las cuatro damas oficiales de infantería (además de una sargento de música) que en la actualidad realzan el regimiento militar.

Es por estas razones que el viernes 26 de mayo, los Colorados de Bolivia celebrarán 208 años de su surgimiento y 137 años de la batalla del Alto de la Alianza... ¡con paso de vencedores! l

Fotos: Pedro Laguna, gentileza de los Colorados de Bolivia, ‘Historia trágica de un camino inexistente’, de Juan Lechín Suárez

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